La peinaba mal a sabiendas
En el preciso momento de la detención, el peluquero estaba sugiriéndole a la vicepresidenta del Gobierno la posibilidad de ahuecarle todavía más el pelo y hormigonar el flequillo con más cemento portland del que solía utilizar para apuntalarlo. Sáenz de Santamaría, probablemente aturdida por los vapores de las lacas y la música de Jose Luis Perales, se dejaba hacer múltiples barbaridades sin sospechar en ningún momento, durante más de un año, que Josele, su peluquero de confianza no tenía la más mínima intención de peinarla bien sino de arruinar su belleza por encargo de los rusos, los chinos y una trama iraní-islandesa. Al parecer, el estilista detenido recibía 750.000 rublos cada vez que Soraya salía del salón de peluquería como si se hubiera peleado con Belén Esteban en un callejón, y otros 250.000 rublos cuando la convencía de que el flequillo tipo ensaimada estaba de moda. La policía cree, además, que varias clientas de la peluquería estaban compinchadas con el peluquero y obtenían tintes gratis y favores sexuales a cambio de contener la risa mientras éste peinaba a la vicepresidenta, sobre todo cuando le aplicaba el engrudo de grasa de castor y sosa cáustica, y le marcaba los volúmenes con un rastrillo roto. Soraya Sáenz de Santamaría, que comenzó a sospechar del peluquero después de que éste le rociase el cabello con el mismo extintor que utilizan los bomberos norteamericanos para sofocar incendios en los que interviene el queroseno, el poliuretano y el plutonio, está ahora siendo atendida personalmente por Lluis Llongueras, aunque el estilista catalán cree que necesitará tiempo y un explosivo prohibido por la ONU desde 1978.
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Sherlock... buscando pistas
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