jueves, marzo 28, 2013

El día en que acabó la crisis

Cuando termine la recesión habremos perdido 30 años en derechos y salarios

Un buen día del año 2014 nos despertaremos y nos anunciarán que la crisis ha terminado. Correrán ríos de tinta escritos con nuestros dolores, celebrarán el fin de la pesadilla, nos harán creer que ha pasado el peligro aunque nos advertirán de que todavía hay síntomas de debilidad y que hay que ser muy prudentes para evitar recaídas. Conseguirán que respiremos aliviados, que celebremos el acontecimiento, que depongamos la actitud crítica contra los poderes y nos prometerán que, poco a poco, volverá la tranquilidad a nuestras vidas.


Un buen día del año 2014, la crisis habrá terminado oficialmente y se nos quedará cara de bobos agradecidos, nos reprocharán nuestra desconfianza, darán por buenas las políticas de ajuste y volverán a dar cuerda al carrusel de la economía. Por supuesto, la crisis ecológica, la crisis del reparto desigual, la crisis de la imposibilidad de crecimiento infinito permanecerá intacta pero esa amenaza nunca ha sido publicada ni difundida y los que de verdad dominan el mundo habrán puesto punto final a esta crisis estafa —mitad realidad, mitad ficción—, cuyo origen es difícil de descifrar pero cuyos objetivos han sido claros y contundentes: hacernos retroceder 30 años en derechos y en salarios.

Un buen día del año 2014, cuando los salarios se hayan abaratado hasta límites tercermundistas; cuando el trabajo sea tan barato que deje de ser el factor determinante del producto; cuando hayan arrodillado a todas las profesiones para que sus saberes quepan en una nómina escuálida; cuando hayan amaestrado a la juventud en el arte de trabajar casi gratis; cuando dispongan de una reserva de millones de personas paradas dispuestas a ser polivalentes, desplazables y amoldables con tal de huir del infierno de la desesperación, ENTONCES LA CRISIS HABRÁ TERMINADO.

Un buen día del año 2014, cuando los alumnos se hacinen en las aulas y se haya conseguido expulsar del sistema educativo a un 30% de los estudiantes sin dejar rastro visible de la hazaña; cuando la salud se compre y no se ofrezca; cuando nuestro estado de salud se parezca al de nuestra cuenta bancaria;cuando nos cobren por cada servicio, por cada derecho, por cada prestación; cuando las pensiones sean tardías y rácanas, cuando nos convenzan de que necesitamos seguros privados para garantizar nuestras vidas, ENTONCES SE HABRÁ ACABADO LA CRISIS.

Un buen día del año 2014, cuando hayan conseguido una nivelación a la baja de toda la estructura social y todos —excepto la cúpula puesta cuidadosamente a salvo en cada sector—, pisemos los charcos de la escasez o sintamos el aliento del miedo en nuestra espalda; cuando nos hayamos cansado de confrontarnos unos con otros y se hayan roto todos los puentes de la solidaridad, ENTONCES NOS ANUNCIARÁN QUE LA CRISIS HA TERMINADO.

Nunca en tan poco tiempo se habrá conseguido tanto. Tan solo cinco años le han bastado para reducir a cenizas derechos que tardaron siglos en conquistarse y extenderse. Una devastación tan brutal del paisaje social solo se había conseguido en Europa a través de la guerra. Aunque, bien pensado, también en este caso ha sido el enemigo el que ha dictado las normas, la duración de los combates, la estrategia a seguir y las condiciones del armisticio.
Por eso, no solo me preocupa cuándo saldremos de la crisis, sino cómo saldremos de ella. Su gran triunfo será no sólo hacernos más pobres y desiguales, sino también más cobardes y resignados ya que sin estos últimos ingredientes el terreno que tan fácilmente han ganado entraría nuevamente en disputa.

De momento han dado marcha atrás al reloj de la historia y le han ganado 30 años a sus intereses. Ahora quedan los últimos retoques al nuevo marco social: un poco más de privatizaciones por aquí, un poco menos de gasto público por allá y voilà: su obra estará concluida. Cuando el calendario marque cualquier día del año 2014, pero nuestras vidas hayan retrocedido hasta finales de los años setenta, decretarán el fin de la crisis y escucharemos por la radio las últimas condiciones de nuestra rendición.

CONCHA CABALLERO




Sherlock... buscando pistas


lunes, marzo 25, 2013

Nuevos Ricos... y con encanto



Estoy harto, más que molesto con los nuevos ricos, gente que de unos años a esta parte han querido y llevado la voz cantante, alumbrándose de razón vana y aupados por los medios de comunicación. Estos fósforos ramplones nos han llevado, sin duda alguna, a la desastrosa situación económica y política en la que ahora vivimos. Estos paletos alipendados han estado y están al frente de la política, mandando -más que gobernando- en municipios, provincias, autonomías y allí donde se necesite un iluminado sumiso que, con babosa generosidad se somete a los ricos de verdad, los de siempre, ésos que decenios después, siguen moviendo los hilos y ocultándose a la opinión pública, defendiendo el crecimiento continuo, el sistema capitalista, las bondades de lo privado frente a lo público.

Éstos y aquéllos han construido infraestructuras faraónicas, impulsado construcciones emblemáticas encargadas a sus amigos arquitectos y escultores famosos, inventado dotaciones de las que nadie se acuerda: torres Galateas, aeródromos, aeropuertos, autopistas vacías, campos de golf con hoteles rústicos; puesto primeras piedras, inaugurado por doquier instalaciones solitarias, se han fotografiado con deportistas, asistido a espectáculos de lo más chic, misas de mediodía… Estos nuevos ricos, que no lo son tanto, pero que así creen serlo, se han dedicado durante años a apoyar desde las instituciones públicas a los que realmente mandaban, mostrando sus posaderas en sumisa actitud y su mejor y más falsaria cara a la ciudadanía. ¿Y sabemos quiénes pueden ser esos nuevos ricos? Sí, aquellos asalariados que gustan autodefinirse como clase media (sin serlo), pequeños empresarios, profesionales, rentistas, altos funcionarios, funcionarios no tan altos… Paralelamente, también son gente pura, con deslumbrante e imaginario futuro que levita por encima de la mayoría, católicos sin mácula.

Han sido esas clases más o menos acomodadas a los que halaga que les llamen clase media. Ciudadanos que opinan tener más derechos porque se creen mejores, superiores al vulgo. Hombres y mujeres que vitoreaban la nueva economía del pelotazo, esa que les hizo “agentes bursátiles” con dinero prestado, que conocieron el jamón ibérico, el fileteado polvo blanco que les transportaban al paraíso consumista y que paralelamente los aupaba socialmente. Gentes que hallaban la felicidad en tener como coche utilitario un Audi o BMW, que hacían cola para comprar el último Smartphone, o el último modelo de Tablet, agregar al fin de semana los viernes y los lunes para poder viajar a ese edén bellamente retratado en folletos y carteles de agencias de viajes, apuntarse a cursos de modelismo corporal o catas de exóticas aguas minerales. Perfecto maridaje entre dinero y estupidez.

Pero lo más irritante es, que esos nuevos ricos sean los que sigan partiendo el bacalao. Los mismos que dejaron de contar el cuento de la lechera porque creían vivir en él, los mismos que concebían balances que ni el papel aguantaba, los mismos que planificaron un futuro que sólo cabía en sus egoístas mentes y que ha acabado en humo, los mismos que prometían lo que nunca cumplirán, los mismos que aprobaban leyes que jamás pensaron aplicar, aquéllos que, sentados en consejos de administración de empresas y cajas, las llevaron a la ruina, los mismos que elaboraban y mostraban maquetas de obras que esperarán el sueño de los justos, los mismos que abrieron y contrataron servicios que sólo podían mantener a través del endeudamiento, los mismos que desde su torpeza infinita no supieron o volvieron la cabeza ante lo que se nos venía y que además, tildaron de alarmistas y tontos a quienes avisábamos hace unos años. Pues bien, aquéllos y éstos continúan en sus puestos y trabajos de responsabilidad, sentados en carísimos sillones y en lujosísimos despachos, en sus escaños, cátedras, columnas de opinión, think tanks, gobernando, disponiendo, preconizando su obra, haciéndose pasar por eruditos cuando, si estableciéramos una similitud con la naturaleza, la planta que les asignaríamos sería un ceporro.

Me pregunto, ¿hasta cuándo la gran mayoría vamos a permitir que estos “elementos” caminen desentendiéndose de sus responsabilidades e intentando hacernos pagar sus platos rotos a los demás? ¿Hasta cuándo vamos a permitirles que estén haciendo pagar sus fechorías a los funcionarios, inmigrantes, sindicatos, trabajadores con condiciones laborales dignas, pensionistas, estudiantes, parados, enfermos o cualquier colectivo que aún les molesta? Su ventilador ya no engaña a nadie, nadie con una mínima formación e información piensa aquello de que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades. Ya no cuelan sus burdas mentiras, tampoco sus anestesias adoctrinadoras, su glamurosa entelequia… su circo. No, no nos tragamos que todos éramos nuevos ricos, no permitiremos que el paso del tiempo borre las evidencias de su desaforado cabalgar con el dinero de todos, no nos harán caer en el engaño de que el dinero esquilmado y malgastado lo fue por todos. Porque en este país y con sus políticas, jamás se erradicó la pobreza, el analfabetismo, el paro, la desigualdad, la injusticia, no, fuimos millones los que no participamos de esa vorágine. Siempre hubo familias que no llegaban a fin de mes, que no pudieron llevar a sus hijos a la universidad, que no pudieron tener un todoterreno, que no comían cuatro veces al día, que no conocieron las vacaciones de verano y ni tan siquiera las de Semana Santa. Hubo gente que teniendo la posibilidad de vivir desahogadamente aplicó la economía de nuestras abuelas: si tienes cinco, gasta como mucho cuatro. Fueron muchos los que cambiaban de móvil cuando éste dejaba de funcionar, que cambiaban de coche cuando el valor de la reparación era mayor que el valor del coche, que seguían comprando en el mercadillo, en Marín, Numancia, Mercería Barchino o el Desván. Gente que siendo fiel a sus principios y modo de vida vio cómo algunos de estos nuevos ricos dejaban de llamarlos para tomar unos vinos; ya no estaban a la altura de su nueva posición social. Personas que dijeron no a la visa oro de pago aplazado que les ofrecía el banco porque jamás cayeron en la trampa de gastar lo que no tenían.

Durante años, algunos solicitamos contención del gasto, avisamos del error mayúsculo que se estaba cometiendo, de la mentira e incumplimiento de los programas electorales y casi nadie nos escuchó, éramos minoría, no entendíamos. No teníamos ese glamour necesario para encandilar a la masa, sólo decíamos la verdad y, como ya sabemos, a casi nadie gusta. Éramos menos del 5% con el que la ley electoral bautiza para poder hacer política en los ayuntamientos, cabildos, autonomías. Nuestro discurso de subir impuestos no gustaba, el mantenimiento y defensa de lo público sonaba a rancio e inútil comunismo. Nos llamaban ignorantes, contrarios al progreso, antisistemas, poco patriotas, radicales, soñadores de la utopía… nos ignorasteis.

Aquellos tiempos pasaron, ahora la realidad nos abofetea a todos, nos ha hecho pobres, hace que nos echen de nuestras casas, que nuestros hijos estén en paro y sin futuro, nosotros también. Y siguen hablándonos de esfuerzo de aguante, pero lo que realmente quieren es llevarnos a un estado más cercano a la esclavitud que a otra cosa. Y nuestra respuesta es NO, tiene que ser NO, ni un paso atrás, ha sido suficiente, se les ha visto el plumero. Un plumaje lleno de mentiras, egoísmo, insolidaridad, avaricia y maldad.

Por favor, no olviden y mírenlos fijamente a la cara cuando se crucen con alguno de estos nuevos ricos, y si se atreven, díganles que no son como ellos, que los valores y principios que ellos olvidaron aún están en ustedes. Porque no, no somos iguales, nuestra dignidad y modo de vida no los vendimos por euros como hicieron ellos.


por José López Toledo (Izquierda Unida Valdepeñas)



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