martes, agosto 10, 2010

¿Estamos al borde del abismo?

Si a uno se le ocurre oír la COPE sin la necesaria protección, tal como tomaría el sol un turista alemán cualquiera de esos que creen que Benidorm es como Baden-baden y acaban como acaban, seguramente llegaría a la conclusión de que estamos a un paso de la guerra civil. Vendería de inmediato sus propiedades para adelantarse a la previsible expropiación por el gobierno comunista de Zapatero, haría desaparecer cualquier símbolo religioso de su casa –incluida la estampita de su primera comunión– antes de que llamara a su puerta la consabida patrulla a la caza de fascistas, haría acopio de alimentos en su despensa y, finalmente, se asomaría a la ventana para ver el humo de las iglesias ardiendo a manos de masas de ateos enfurecidos.

Si, por el contrario, se trata de una persona algo más prudente, descartará la posibilidad de guerra inminente, aunque no dejará de percibir que estamos en una situación difícil y peligrosa, y de que tenemos un Estado bloqueado en una batalla institucional de la que no escapa ni el poder judicial; de hecho, la justicia es el escenario más cruento del combate.



Pero... ¿de qué va esta crisis?

Lo primero que llama la atención de esta crisis es que ninguno de los problemas reales del país parece incidir en ella ni poco ni mucho. Ni el problema de la vivienda, ni el trabajo precario, ni el endeudamiento galopante de las familias, ni la corrupción que asola la vida municipal, ni ninguna otra cosa que realmente le afecte a alguien, tiene que ver con este guirigay que vivimos. Por el contrario, lo que tenemos sobre el tapete son asuntos tales como que España se rompe, que el gobierno se rinde ante la ETA, que si tuvo o no tuvo algo que ver la ETA con el 11-M o que el Gobierno persigue a la Iglesia con su laicismo desaforado. Estamos, por tanto, ante una crisis virtual en la que, como ocurría en Matrix, resulta muy difícil pasar de lo virtual a lo real. Lo verdadero y lo falso han dejado de existir, la realidad y la invención se confunden y hemos acabado comprobando que no sólo es cierto aquello de que lo que no sale en los medios no existe, sino que lo que sí sale en los medios acaba siendo verdad. Para crear esta crisis han bastado unos cuantos medios de comunicación dispuestos a divulgar cualquier superchería anunciando catástrofes inverosímiles, y un partido enfermo de ansia de poder, desenfrenado en su deseo de venganza por su derrota del 14-M, y tan escaso de escrúpulos como para poner en peligro la misma estructura del Estado del que él mismo forma parte. Todo ello con la bendición de la Iglesia que, en este caso, no sólo ha puesto el agua bendita, sino también los micrófonos.

Lo que se hace más difícil de entender es que, a estas alturas, haya quien siga sosteniendo que el Partido Popular es un partido democrático. El partido que se manifiesta en Madrid junto con las huestes de Falange Española y bajo el ondear de banderas con el aguilucho franquista no es un partido democrático ni lo ha sido nunca. No es más que una patulea de falangistas mal reciclados que comprendieron a la muerte de su jefe –al que no tuvieron ni la dignidad ni los cojones para serle fieles– que debían cambiar de camisa si querían mantener sus culos pegados al coche oficial. En 1996 tomaron el poder haciéndose pasar por centristas y catalanoparlantes en la intimidad, y va quedando claro que no pensaban abandonarlo nunca, más que a sangre y fuego.
Pero nos enfrentamos a algo más que a un partido. Se trata de un bloque socio-político que agrupa a la Iglesia Católica, temerosa de ver liquidados sus privilegios en un futuro no muy lejano, a poderosas instituciones del fundamentalismo católico como el OPUS DEI o los Legionarios de Cristo y a un grupito de periodistas sin escrúpulos, cuya ferocidad parece estar más relacionada con el resentimiento que con su ideología.

Y, sin duda, no podemos olvidar que el discurso tremendista que vocea este bloque conecta con una base social que, aunque minoritaria, abarca a millones de personas. Un sector de nuestra sociedad del que tal vez nos habíamos olvidado, quizá porque queríamos aferrarnos a la ilusión de que vivíamos en un país moderno y europeo, en donde posiciones ultramontanas ya no tenían cabida. Luego, pasa lo que pasa, oímos que en un bar de Hospitalet han apaleado a dos lesbianas por pegarse el lote y no damos crédito a nuestros oídos. Y es que en este recorrido que hemos hecho desde el Congreso Eucarístico a los matrimonios homosexuales, ha dejado a mucha gente en la cuneta. Gente que oye la COPE, se santigua y se preguntan a dónde vamos a llegar...

¿Cómo acabará esto?


Parece claro que la actual estrategia de asalto al poder de este bloque de derechas tiene fecha de caducidad fija: las próximas elecciones, cuando quiera que éstas se lleven a cabo. Si pierden, tendrán que cambiar de discurso. Primero porque no parece verosímil que puedan seguir con la misma cantinela durante cuatro años más, ni aún en el caso de que perdieran por un margen escaso. No se puede anunciar durante mucho tiempo una catástrofe inminente; o bien la catástrofe se produce y te aplauden por buen profeta o no pasa nada y quedas en ridículo. Sólo los Testigos de Jehová pueden anunciar y posponer indefinidamente la fecha del fin del mundo. Por otra parte, los partidos tienen una gran clientela a la que contentar, gentes que no son felices sin escaños, concejalías, direcciones generales, etc. Esas gentes necesitan y exigen que sus dirigentes satisfagan sus ambiciones y es previsible que obliguen a la dirección del partido a cambiar de estrategia si la actual se muestra ineficaz.
Claro que... ¿Y si ganan...? Si eso ocurre, lo mejor será subirse al primer cayuco de vuelta para Gambia. 



Alvaro Millàn



1 comentario:

  1. Uhhhhhhhhh que miedoooo... que viene la derecha y nos joden el chiringuito. Seguir empleando el "que viene el lobo" es lo único que se puede esgrimir por el partido de Atila, porque donde pisa el socialismo no crece la hierba. Gobernados por ignorantes, paletos y aquellos que se lo llevan crudo a la vista están los resultados, para muestra un botón, pero estos se trajeron el traje. Pues yo digo que por muy mala que sea la "derecha" o la "torcida", peor no se puede hacer así que, que venga el que sea pero por favor que cambie esto ya, o si que tendremos que hacer lo que sugieres... huir del país.

    "La política es como un corral de cerdos, cuando das de comer a unos, gruñen los otros".

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