domingo, enero 23, 2011

Un cafè en "El 38 de Baker Street". Dia 6. Sueño de mujer.

 Julia

Te contaré una historia que me pasó el año pasado. Aun ahora, no se exactamente que es lo que pude hacer, para merecer una suerte tan grande como la que tuve y de cómo viví una experiencia tan maravillosa.      
 Según me decìs, creo que soy muy mona de cara. Heredé de mi abuela cubana el pelo negro y unos rasgos ligeramente exóticos. Pero también tengo de ella un trasero demasiado gordito, unas piernas demasiado rellenas y soy bastante bajita. Hasta hace unos años, tenia mejor figura, pero ahora, recién cumplidos los 40 empiezo a estar bastante acomplejada.
      Vivo en un pueblo no demasiado grande (unos 7.000 habitantes), cerca de la capital de provincia. En el pueblo, nos conocemos todos desde siempre y la vida es muy cómoda, aunque hay poca intimidad. Mi marido trabaja en una gran fábrica de material eléctrico (donde trabajan muchos hombres y casi todas las mujeres del pueblo) Yo soy ama de casa.
       Frente a mi casa, al otro lado de la calle, y con las ventanas al mismo nivel que las mías, vive Mario. Mario vino hace poco más de un año a vivir al pueblo para trabajar en la fábrica. Hace dos años, la empresa tuvo una crisis, y la dirección que era de los propietarios y su familia, contrató a personas de gran nivel para que mejoraran los métodos e incorporar nuevas tecnologías. Mario tiene apenas 32 años, pero por lo visto es doctor ingeniero y estudio en Estados Unidos. Cuando vino al pueblo, sorprendió a todas las operarias, porque a pesar de venir de una gran empresa y de tener más estudios que todos los demás jefes anteriores juntos, era exquisito en sus modales y educadísimo. Además, de los nuevos ejecutivos, era el único que vivía en el pueblo en vez de irse a la ciudad.
     Todo alrededor de Mario tenia un halo de perfección. Es guapísimo, tiene los ojos azules, el pelo bastante moreno, mediana estatura y un porte atlético. Su mujer, una "barbie" rubia, es una abogado muy importante de la capital. Como su mujer trabaja lejos, él anda solo todo el día después del trabajo. Sale a hacer deporte y hace la compra en el supermercado. Allí es donde lo veo todos los días. Con su pantalón corto y su vieja camiseta sudada, que contrasta con lo impecable que viste el resto del día. Sin darme cuenta, empecé a ir a la compra a sus sitios habituales y a las horas en las que èl solia hacerlo. Luego, inconscientemente lo seguía por las calles. Iba detrás de él y contemplaba su culo redondo y su espalda bien formada. A veces me lo encontraba de frente y bajaba la mirada por vergüenza. Entonces inconscientemente, le miraba el paquete sin poder apartar la vista y aun sentía más vergüenza. En la caja para pagar, todas las empleadas del super cuchicheaban sobre lo bueno que estaba. Él, a pesar de ser tímido, se metía con ellas y les ponía algún problema sobre como descargar un palet con el menor esfuerzo para la espalda o como había que ordenar el cambio en la caja para hacer un recuento rápido. Él, cuando se cruzaba conmigo, no hacia el menor gesto. Probablemente ni se daba cuenta de que yo existía.
       Un día, una cajera, se metió con él por la frase del concurso de unos yogures "díganos el sueño de su vida". Las chicas y las otras clientas hablaban de coches, casas, él mencionó algo de un viaje. Cuando salía por la puerta aun no se porque, reuní valor y le dije "el sueño de mi vida serias tu". Él, me miró sorprendido, se puso rojo y tardo unos segundos en reaccionar. Finalmente dijo sonriendo ¿sí? ¿En sentido bíblico?. Si, conteste enrojeciendo yo también, y salí caminando apurada y azorada.
     Pase dos días nerviosísima y muerta de vergüenza. ¿Por qué había hecho una cosa así? Dios mío Si yo nunca engañaría a mi marido Y además lo ridículo de mi propuesta. Yo, una gorda, y el un bollo mucho más joven al que se le echan todas las chicas de la fábrica. Al día siguiente, me lo crucé en la acera. Bajé la vista, pero él me saludó con una ligera sonrisa y siguió. Intente interpretar durante horas esa sonrisa. No parecía nada especial, ni sarcástica, ni de burla, ni coqueta. Nada.
    Transcurrieron unos días, y cuando ya esta tranquila pensando en que no le había dado importancia a mis palabras, se me acercó silenciosamente por detrás en el super y me dijo al oído.
    -Que, ¿cuando vas a hacer tu sueño realidad?
    -¡Que sueño!
    -Cual va a ser. El que tu dijiste.
     Di vueltas a la cabeza conmocionada y acerté a decir - soy casada- ¿Como voy a hacer eso? Si se enterara mi marido. Esto es un pueblo.
     Eres casada y yo también. Nadie se enterarà por la cuenta que nos tiene. Tu di cuando, y yo hago el resto.
     Estás de broma -dije.
     No creo que fuera una broma graciosa. Te atreves o no -dijo suavemente
     Sí, bueno... tal vez.... pero no sé cuando ni de que manera.
     Mañana a las 3 te recojo en el aparcamiento de la estación. Tu esperas en la acera. Yo llego con el coche y te sientas en el asiento de atrás. El resto es cosa mia.
     No sé... y... luego.... ¿qué hacemos?
     Me gano la vida organizando cosas. Creo que esto sabré hacerlo. ¿Te parece Julia?
     Y acepte. Con dos escalofríos en la espalda. Uno cuando pensé en decir si a la aventura y otro cuando vi que sabia mi nombre.
      Pasé horas vistiéndome, arreglándome el pelo, echándome perfume, buscándome los defectos, y sobre todo muy excitada al pensar que iba a estar con él. Una voz me decía no. Otra, me empujaba a seguir adelante.
      A las tres estaba en la estación. Me iba a morir de miedo si la espera se hiciera larga. Sin embargo, a los pocos segundos de llegar, apareció en su nuevo Mercedes familiar. Paró con la puerta trasera derecha junto a mi.
    - Sube rápido -dijo con firmeza
      Yo subí con decisión. Iba a apoyarme en el respaldo cuando me caí hacia atrás. No estaba el respaldo.
      Me he caído, no hay asiento
      Lo he abatido. Puedes tumbarte a lo largo de todo el maletero. Tienes una manta para taparte. Serás invisible.
      Me tumbé a lo largo del maletero y me tape con la manta. La manta olía a nuevo, igual que las moquetas del coche. El motor del Mercedes hacia un suave rugido al acelerar.
      ¿Adonde vamos?
       Tranquila. Será una sorpresa. Tendrás que estar así algo más de 5 minutos.
       Esta bien, pero no corras por favor.
       Los cinco minutos fueron algo más, a pesar de que Mario no cumplió la promesa de ir despacio. Sentì bajar una rampa.
       Ya hemos llegado. Ya puedes salir
       Yo salí con alivio. La manta me estaba asfixiando, y entre los nervios y el viaje, me sentía sofocada. Al salir de la manta, había una oscuridad absoluta.
      ¿Dónde estamos? Dije alarmada
        En el garaje de mi casa. Solo hay una vivienda por planta, así que el ascensor nos lleva a mi piso
       ¡Dios mío! ¡A unos metros de mi casa!
       Tomamos el ascensor. Mario me miro y cuchicheó al oído "estas muy guapa"
       Entramos silenciosamente en su casa. Mario que había estado tenso hasta ahora, sonrío y me miro cariñosamente ¡Dios, que guapo es!
       Estas loco, dije mirando la lujosa decoración de su casa. Todo era de gran calidad y de buen gusto. Traerme a tu casa, al lado de la mía.
       Este es un lugar seguro. Mi mujer esta en Londres. Saldremos por donde vinimos.
       Vaya historia montaste con lo del coche y para traerme a tu casa
       Preferías entrar por la puerta. A mi no me parece muy discreto. Somos solo tres vecinos
       Dicho esto, me tomo de las manos y me sentó en el sofá del salón. El corazón me palpitaba al sentirlo tan cerca y sentir su olor tan varonil.
       Estas guapísima. Dijo mientras cruzaba sus brazos por detrás y me besaba la boca. Iba a decirle que me gustaría no hacer nada. Aun creía que podíamos vernos, conocerlo, charlar..., pero la conmoción del beso me paralizó, y él se levantó hacia el bar. Resultaba grotesco el cambio de perspectiva. Ver mis ventanas desde las suyas y no al revés. Estar en el salón donde lo había espiado con los prismáticos cuando se duchaba en verano y salía con una toalla. A los pocos segundos, llegó con dos copas llenas de hielo picado y un liquido verde.
       Toma, esta hecho con manzana. No tiene alcohol, no te preocupes que no quiero abusar de ti.
       Muchas gracias, tienes una casa muy bonita - dije nerviosa, al ver que se acercaba de nuevo.
       Se le veía tan seguro de sí mismo, y hablaba con tanta suavidad y precisión que me sentía incomoda al hablar, me sentia paleta al lado de él. Creí que me iba a besar de nuevo en la boca, pero metió su nariz en mi cuello y aspiro profundamente haciéndome cosquillas.
       Que bien hueles. Mira que si sabes tan bien como hueles. Y comenzó a besarme en el cuello. Yo comencé a excitarme y sentí que las caricias me gustaban demasiado.
       Para por favor -le dije. El paro inmediatamente y me miró a los ojos. Tienes unos ojos negros preciosos. Dicho esto, se lanzó otra vez hacia mí y me beso la boca. Yo ya no me aguanté mas y lo bese con pasión. Volvía a sentir deseo. Me estaba excitando completamente. Empezaba a estar húmeda y tenia miedo de que mi excitación me impulsara a hacer cosas que no quería.
       Para -le dije separándome- Cada vez que se lo decía, él obedecía inmediatamente y me miraba sorprendido. ¿Cómo puedo gustarte si tienes una mujer muy guapa?
       Porque tu también eres muy guapa y estas muy rica
      ¿Yo? Pero si estoy muy gorda. Te deben de sobrar chicas para hacer el amor
       Déjate de historias, tú eres la única chica con la que quiero hacer el amor. Dicho esto, me levanto y me sentó encima de sus rodillas, con las piernas abiertas y mirando hacia él. Me beso la boca en un largo morreo. Me sentí morir de placer. Él cruzó sus brazos a la altura de mis riñones y me deslizó hacia él. Ahora, mi vagina estaba apoyada contra él. Y él estaba completamente erecto. Él seguía apretándome y yo, cada vez sentía más su pene a través de mis pantalones elásticos.
       Esta bien, me dije. Bésalo, pero no dejes que te toque los pechos o estarás perdida. No pasa nada por morrear. Es maravilloso.
       Nos besamos durante un cuarto de hora. Ahora él me recorría el cuerpo con los brazos. Pasaba por encima de mis pechos, describía un circulo en los pezones y seguía hacia mi cara o mis muslos. Yo estaba completamente empapada, pero me mantenía firme en no hacer el amor. Sus manos comenzaron a acariciarme y jugar con los pezones hasta que ya no pude mantenerme en mi limite de que no me tocara. Mi nuevo limite era que no me quitara la ropa.
       Comenzó a besarme el cuello y el escote mientras yo perdía mis manos en su camisa. Para poder besar más y mejor, fue deshaciéndose de mi camisa, hasta que solo que quedó el sujetador. Este iba a ser mi limite definitivo. Tenia vergüenza de enseñarle mis pechos.
       No sé cuando voló mi sujetador. Quizás cuando recorría su vientre con mi lengua. Mario tenía aun puesto el pantalón, pero sentía su pene erecto y su calor a pocos centímetros de mi cara.
       Fui perdiendo paulatinamente toda mi ropa hasta quedar desnuda. Ya no tenia complejos y me sentía bien. El también se quito la ropa.
       Que piel más suave tienes -me dijo.
       Yo estaba excitadísima y completamente empapada. Me tomo de una mano y me sentó otra vez en sus rodillas y mirando hacia él. Situó si pene en la entrada de mi vagina, pero no me penetro. Me abrazó y comenzó a besarme. Yo no lo resistí mas y lo sujete con mis piernas en su espalda para apretarme hacia el y que me penetrara. Sin darme cuenta, tire de él hacia mí y su pene entro en mi cuerpo, sin que él hiciese nada mas que sonreír dulcemente. Yo estaba tan excitada que su pene entró delicadamente en un mar de suaves jugos. Nunca podía hacerlo con tanta facilidad con mi marido. Y eso que Mario tenia un pene enorme. Sí aun por encima tenia el pene enorme. Mucho más grueso que el de mi marido. El muy listo me había obligado a tomar la iniciativa.
        No quiero hacer el amor -le dije- sé que me voy a sentir mal después
        No he dicho que te fuera a hacer el amor. Parece que hemos empezado, pero aun, estas a prueba -dijo pícaramente.
        Mario se movió levemente, y sentí todo el placer del mundo junto
        Para que hagamos el amor, tienes que responder a unas preguntas
       ¿Qué preguntas?
         Por ejemplo, ¿estas contenta de haber venido?
        Estoy nerviosa, pero contenta
        Mala respuesta -dijo- y empezó a retirar su pene en una oleada de placer -pero tienes otra oportunidad - dijo volviéndolo a meter.
      - Me da miedo esto, me gusta demasiado. Tienes un pene enorme. Te siento muy adentro. -dije
      - ¿muy adentro? Dijo, y me apretó con todas su fuerzas. Su enorme miembro aun entró unos centímetros más en esta postura, pero a mí me parecieron kilómetros. Aun no sé si hemos tomado precauciones. No quiero dejarte embarazada -dijo riéndose
         Yo sentí una oleada de placer al pensar que me eyaculara con toda su fuerza, y un deseo secreto y animal de que me dejara embarazada como demostración de que me había poseído, pero conteste la verdad:
       - Tengo un DIU
         Luego cambio de tema y siguió apretándose a mí para penetrarme mas profundamente, consciente del placer que me causaba, mientras sonreía como un pillo.
        Yo gemí de placer ya sin contenerme. Durante un rato siguió haciéndome preguntas para desconcentrarme, pero finalmente me dijo - Lucia, eres maravillosa, tienes una piel preciosa, una carita increíble y me gustas mucho. Dicho esto, me levantó del sofá con su pene dentro de mí y me tumbo en el otro sofá. Ahora él estaba encima de mí y me llenaba con su peso. Comenzó a moverse rítmicamente y mi placer subió hasta limites inenarrables. - llegamos al orgasmo juntos. -me dijo- y juntos llegamos en una explosión de placer. Yo grité sin contenerme cuando mi orgasmo coincidió con los chorros calientes de semen que sentía dentro de mi cuerpo.
         Descansamos exhaustos en el sillón abrazados, y me sentí casi deprimida cuando sentí retirarse su pene. Aun tenia sin embargo, su semen dentro de mí, y lo sentía como un tesoro.
         Voy a enseñarte el resto de la casa.
         Me tomo de la mano y me llevo directa al dormitorio de matrimonio. De un empujón me tiro encima de la cama y se quedo contemplándome.
         No pensaras volver a empezar. Déjame vestirme -dije
         Como quieras -dijo- Pero entonces se sentó en la cama, me tumbo de un empujón y comenzó a besarme el cuello y bajar hacia los pechos. Proteste sin fuerzas, pero él me inmovilizó con fuerza y siguió besándome.
         ¡Dios, porque no lo tendré siempre a mi lado para que me folle a todas horas! Sentía el cuerpo joven y fibroso de Mario sobre el mio e inconscientemente lo comparaba con la panza fofa de mi marido. Aquel enorme pene incansable con el escuchimizado y siempre con problemas de todos los días. Y lo mejor, aquella manera de hacer el amor tan firme y tan tierna. Sentí deseos de apretar a Mario contra mi y le obligué a que me penetrara otra vez.
        Esta vez, con las fuerzas apenas disminuidas por el primer orgasmo, tardamos más en culminar, y hubo más tiempo para besos, palabras tiernas y para la frenética gimnasia de su pene dentro de mi cuerpo.
        Acabamos agotadísimos. Mario jugo un rato con mi cuello. Me mordía y clavaba sus dientes sin fuerza. Yo le imploraba que no me dejara marcas y él continuaba clavándome los dientes sin apretar. Yo me excitaba por las caricias y por el miedo a que me dejara marcas, a pesar de sus cuidadosos mordiscos.
        Finalmente quedamos dormidos, agotados y abrazados durante un rato.
        Desperté tras bastantes minutos. Mario aun dormía. Recorrí su joven cuerpo con las manos disfrutando de cada centímetro de él. Baje mis manos entre sus piernas y tome sus testículos. Los acaricié con cuidado. Eran prietos, redondos, grandes, perfectos. Los sujeté llenándome la mano con ellos. Sentía toda su virilidad en mis manos. Seguí en mi exploración y tome su fabuloso pene. Me resultaba un pene realmente bonito. Grande, derecho, poderoso, completamente circuncidado. Estaba flácido, pero ligeramente rígido, juguetón. Sin darme cuenta, comencé a jugar con él hasta que se puso completamente duro. Mario estaba despierto.
        Tengo un capricho -me dijo
        ¿Cuál? -dije
       Tu. Me apeteces
       Dicho esto, se incorporó, me penetró despacio sin mas preámbulos.
       Por favor Mario. Es tardísimo. Quiero vestirme.
       No nos llevara nada
       Dicho esto, comenzó a moverse dentro de mí violentamente. Me penetro con fuerza. Salió de mí. Me penetro desde atrás. Me llevó al borde del orgasmo. Salió de mí. Me sentó encima suya hacia el con su pene dentro de mi.
       Y tuvimos abrazados nuestro ultimo orgasmo. Me sentí tan feliz que me puse a llorar y a reír a la vez. El también se río y me señalo el reloj. No había pasado nada desde que empezáramos el tercer asalto y había parecido un siglo.
       He sido una mujer muy feliz - le dije
       He sido un hombre muy feliz -me dijo
       Y una hora más tarde me dejaba sola en la estación del ferrocarril por el mismo procedimiento en que me trajo. Muy sola. Pero con la promesa de volver a repetir ... mi sueño.



Sherlock
 




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