martes, enero 04, 2011

Acoso moral, trabajo y política

... Los procedimientos de acoso tienen como objetivo primordial el desequilibrio y la eliminación de los individuos que no son conformes al sistema. En épocas de mundialización, lo que pretendemos es fabricar lo idéntico, clones, robots interculturales e intercambiables.
- Marie France Hirigoyen.
El narcisista perverso

Hace unos cuarenta años, cuando el mundo no había sido aún globalizado, y los países nórdicos eran un ejemplo de bienestar social para el resto de los países de Europa, Peter P. Heynemann, empleado de la sanidad sueca, empezó a investigar sobre el hostigamiento que algunos grupos de niños practicaban sobre otros en las escuelas. El término utilizado por Heynemann para este tipo de acoso fue mobbing, una palabra inglesa que viene a significar asedio, ataque violento. El vocablo inglés mob define, entre otras acepciones, a un grupo de gente que se excita mutuamente hasta perder su individualidad y participar en actos violentos contra otras personas. Heynemann publicó, en 1972, el primer ensayo sobre este fenómeno.

En Suecia, la pedagogía y la psicología forman un cuerpo de estudio conjunto. En los años ochenta, Heinz Leymann, otro psicólogo sueco, profesor de ciencias del trabajo en la universidad de Umea, empezó a aplicar los conceptos de Heynemann al entorno de trabajo, encontrando el mismo tipo de acoso de larga duración que el que su colega había estudiado en las escuelas. En el curso de este proceso, la víctima es estigmatizada y sometida a un ataque psicológico sistemático que se prolonga durante largo tiempo, con el objetivo de provocar su marcha de la empresa, o simplemente destruirla. Las consecuencias de esta agresión sobre los trabajadores provocan un severo síndrome de estrés postraumático que conduce a graves depresiones y, en algunos casos, al suicidio. Leymann llegó a tratar a unas 1300 víctimas de mobbing antes de su muerte en 1999, y se le considera uno de los mayores expertos sobre este tema. (1)

Pese al riguroso trabajo de Leymann, y a la gravedad de las consecuencias del mobbing en el entorno de trabajo, la divulgación del problema no empezó hasta que en 1998 Marie-France Hirigoyen publicó un libro sobre el acoso moral, que pronto se convirtió en un best-seller en toda Europa (2). Esta victimóloga francesa utilizó la experiencia que había adquirido en su práctica clínica para definir el perfil psicológico del acosador moral, el personaje que provoca deliberadamente el aislamiento de su objetivo y practica o incita su hostigamiento. Según Hirigoyen, este tipo de agresor responde al tipo del perverso narcisista, del que describe algunos rasgos:

"Los narcisistas perversos son individuos megalómanos que se colocan en una posición de patrón de referencia del bien y del mal y de la verdad. A menudo se les atribuye un aire moralizador, superior y distante. Aunque no digan nada, el otro se siente cogido en falta. Exhiben unos valores morales irreprochables con los que dan el pego y una buena imagen de sí mismos. Y denuncian la malevolencia humana ...
Presentan una ausencia total de interés y empatía por los demás, pero desean que los demás se interesen por ellos. Se les debe todo. Critican a todo el mundo y no admiten ninguna acusación ni ningún reproche. Frente a este mundo de poder, la víctima se siente forzosamente en un mundo de fallos ...
... La fuerza de los perversos estriba en su insensibilidad. No conocen ningún escrúpulo de orden moral. No sufren. Atacan con absoluta impunidad, pues, aún cuando sus víctimas utilicen defensas perversas como respuesta, se las ha elegido porque no alcanzan nunca el virtuosismo del que supuestamente las protege."
(3)

El objetivo del perverso no es, a pesar de lo que pudiera parecer, una persona especialmente débil o con problemas psicológicos. Muy frecuentemente, lo que la ha enfrentado al agresor es, por el contrario, su capacidad de oponerse a su autoridad, de manifestar una disconformidad. Cuando el perverso se ve contrariado, inicia una estrategia de agresión encubierta, que negará fervientemente si se le interpela acerca de ella. Para poder actuar sin ser descubierto, el acosador utiliza un lenguaje ambiguo, un tono de voz neutro, y disfraza sus descalificaciones de bromas inocuas o de comentarios que han sido malinterpretados por su objetivo:

"La agresión no tiene lugar abiertamente -lo cual permitiría replicar-, sino de un modo soterrado, en el registro de la comunicación no verbal: suspiros exagerados, encogerse de hombros, miradas de desprecio, o bien silencios, insinuaciones, alusiones desestabilizadoras o malintencionadas, observaciones descorteses ... Al poner en tela de juicio todo lo que la víctima dice y hace, se la conduce progresivamente a dudar de sus propias competencias profesionales.
En la medida en que estas agresiones son indirectas, resulta más difícil defenderse. ¿Cómo describir una mirada cargada de odio? ¿Cómo hablar de cosas que se sobreentienden o se silencian? La misma víctima tiene a veces dudas sobre sus propias percepciones. No sabe a ciencia cierta si está o no exagerando lo que siente. Se la conduce a dudar de sí misma. A poco que estas agresiones se añadan a una falta de confianza del asalariado, éste perderá completamente la confianza en sí mismo y renunciará a defenderse ..."
(4)

Para conseguir su propósito, el perverso recurrirá a una serie de estrategias complementarias además de rechazar la comunicación o el enfrentamiento directo: la descalificación sistemática y personal en presencia del objetivo, la desacreditación frente a otros compañeros mediante humillaciones, la propagación de motes ridículos, insultos y calumnias. Cuando el objetivo replica o se deprime, el agresor hace ver a todo el mundo que su reacción no es más que un síntoma de su inestabilidad. De este modo consigue aislar a su víctima del resto de sus compañeros de trabajo, lo cual facilita aún más su tarea. Cuando el objetivo está ya tan desestructurado que empieza a cometer errores en su trabajo, comenta a todo el mundo que es un incompetente, lo cual ayuda a agravar aún más su aislamiento y a deteriorar la imagen que tiene de sí mismo.

Tras la publicación de el acoso moral ha habido en Europa un importante cambio cualitativo en el tratamiento de esta forma de hostigamiento. Miles de testimonios han salido a la luz, se han creado asociaciones de defensa, y se ha modificado la legislación comunitaria de prevención de riesgos laborales para dar acogida a este "nuevo" fenómeno. Gracias al éxito de su primer libro, Marie France Hirigoyen ha podido continuar su trabajo sobre el acoso moral, y ha trabajado con algunos datos estadísticos sobre la base de una encuesta realizada en Francia con datos remitidos por numerosos testimonios. Sus resultados se resumen en una nueva publicación (5), en la cual Hirigoyen estima que cerca de un 9% de la población en general sufre o ha sufrido en alguna ocasión las consecuencias de un acoso moral. En los casos más frecuentes, este acoso ha tenido una duración de entre uno y tres años. Los estudios independientes de Leymann y otros en los países nórdicos (6) vienen a confirmar estos extremos. En este nuevo ensayo Hirigoyen precisa su definición de acoso moral:

"El acoso moral en el trabajo se define como toda conducta abusiva (gesto, palabra, comportamiento, actitud ...) que atenta, por su repetición o sistematización, contra la dignidad o integridad física o psíquica de una persona, poniendo en peligro su empleo o degradando el ambiente de trabajo." (7)


El trabajo mata

Hemos visto que fenómenos como el acoso moral o el mobbing no se dan tan sólo en el entorno de trabajo, y sin embargo es en ese entorno donde este tipo de abuso ha sido más tipificado hasta la fecha. Quizá eso se deba a que las bajas laborales que causa han forzado a las mutuas o a los agentes sociales a tomar cartas en el asunto. Después de todo, la consecuencia de un acoso moral en el trabajo, en el 30% de los casos, es de baja por larga enfermedad (y de despido o abandono del trabajo en otro 36%), lo cual supone una carga importante para las empresas y para el sistema de la seguridad social (8). Hirigoyen calcula en miles de millones de francos el coste anual de gastos debidos a este fenómeno tan sólo en Francia. Si el coste de estas agresiones es tan elevado para el sistema, sin embargo, ¿por qué se toleran?

Uno de los motivos es, frecuentemente, el intento de ahorrarse el coste de un despido. En las administraciones públicas y en todos aquellos lugares en los que los trabajadores gozan de contratos fijos y llevan muchos años en su puesto de trabajo, el coste de un despido no procedente puede llegar a ser muy alto. Para un directivo sin demasiados escrúpulos, puede ser mucho más rentable intentar acosar a un empleado hasta que se marche por voluntad propia. Para conseguirlo, el empleador desplegará la estrategia característica de un perverso narcisista, intentando socavar al máximo la posición en la empresa del trabajador que no se atreve a despedir. Le colocará bajo el mando de sus subordinados, le retirará todo el trabajo, o le dará mucho más del que es capaz de hacer, le asignará una oficina sin ventanas y sin teléfono, alejado de los demás trabajadores. Constantemente le enviará observaciones sobre sus errores, criticará sus retrasos y su forma de vestir, modificará sus horarios arbitrariamente, todo con el objetivo encubierto de agredirle personalmente, de que se canse y abandone su empresa.

En otros casos, la misma empresa alienta una atmósfera de inestabilidad tal entre sus empleados, que los transforma en competidores entre sí. Es el caso de las empresas con contratos temporales, o de los niveles de alta dirección donde el puesto de trabajo está siempre a disposición de la empresa. En un ambiente donde todo el mundo teme ser despedido de la noche a la mañana, algunos pueden considerar una buena estrategia deshacerse de aquellos que podrían hacerles sombra. Así, intentarán negarles cualquier información necesaria para hacer su trabajo, o les darán informaciones falsas para inducirles a error, les criticarán sistemáticamente en su trabajo sin explicarles cómo debieran haberlo hecho. Esta estrategia no se detendrá hasta que su competidor potencial quede anulado. Cualquier intento por parte del agredido de encontrar cierto respaldo en su equipo será inútil. En este tipo de empresas no se trabaja en equipo, los colectivos han sido cuidadosamente atomizados, y sus individuos enfrentados entre sí con el objeto de evitar resistencias colectivas.

A veces el acoso procede de un simple rechazo a la diferencia, a un carácter demasiado espontáneo, o demasiado inhibido, a una procedencia distinta a la del grupo, a una forma distinta de vestir. Este fenómeno es más habitual en aquellos entornos donde la presión de trabajo es menor, la jerarquía se halla muy alejada de la zona de trabajo, y la dinámica de grupo está en manos de clanes departamentales, o de los "líderes naturales" de cada equipo de trabajadores. En este caso, el acoso tomará forma de mobbing por parte de los compañeros del entorno de trabajo, habitualmente a causa de la incitación de un perverso narcisista para quien esa diferencia resulta una forma de protagonismo inaceptable. El proceso de hostigamiento no se detendrá aunque el agredido apele a la jerarquía, que temerá implicarse en un asunto personal, o incluso a los delegados sindicales, que a menudo habrán sido seducidos por el proceso de acoso, o bien evitarán participar en una reclamación demasiado particular. Existen, por supuesto, excepciones honrosas a todos estos casos. Sin embargo, hoy por hoy, la ayuda que se puede esperar dentro de la empresa cuando se sufre un acoso moral es más bien pobre. Según Hirigoyen, las personas que respondieron a su cuestionario solicitaron la ayuda de estas personas:

" ... en el 40% de los casos, de los delegados sindicales, pero sólo la hallaron en un 10% de los casos; en un 39% de los casos, de un médico de empresa, pero sólo la hallaron en un 13% de los casos; en un 39% de los casos, de los compañeros de trabajo y la hallaron en un 20% de los casos; en un 37% de los casos, de la jerarquía, pero sólo la hallaron en un 5% de los casos; en un 19% de los casos, del director de recursos humanos, pero sólo la hallaron en un 1% de los casos." (9)

Aún así, el porcentaje de soluciones en estos casos ha mejorado en los últimos meses. Podemos citar como ejemplo la reciente sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Catalunya, que condena a la empresa Inoxarte a indemnizar con 14,5 millones de pesetas a uno de sus trabajadores contra el que había emprendido prácticas de acoso. Este y otros fallos recientes de carácter similar se deben en parte a una mayor sensibilización a este respecto de los agentes sociales y de la judicatura, pero también a la constitución de asociaciones de defensa contra el acoso moral en casi toda Europa. (10)


Mobbing en el Senado

Hace algunos meses, el Grupo Parlamentario Entesa Catalana de Progrès presentó una moción al Senado "para promover las actuaciones legislativas necesarias para evitar el acoso moral y sus consecuencias negativas para los trabajadores" (11). Durante el debate se produjo una curiosa discusión entre el senador de Convergencia i Unió, señor Cardona i Vila, y la senadora del Grupo Popular, San Baldomero Ochoa. En cierto momento de su intervención, Baldomero asimiló ciertas de las conductas o rumores observables en el propio senado a los fenómenos de mobbing. Dentro de su turno, Cardona i Vila le respondió:

"... voy a hacer sólo una observación --después con mayor detalle leeremos el Diario de Sesiones--, y es que no entiendo como ejemplo de acoso moral los rumores entre Senadores. Aquí todos somos 'primus inter pares', de arriba a abajo, y una condición indispensable para el 'mobbing' es que haya una asimetría. Señora Senadora, si no hay una asimetría y ese hostigamiento no es durante un período determinado de seis meses, no entra dentro del concepto de 'mobbing', llámesele como quiera."

La respuesta de San Baldomero no se hizo esperar:

"Estos días he estado intentando profundizar sobre este tema con el profesor Piñuel. El Senador Cardona dice 'primus inter pares'. Estoy segura de que dentro de muy poco vamos a tener un trabajo sobre el 'mobbing' en política en situaciones inaprensibles como es el aislamiento laboral, que hoy me ofrecía una Senadora diciendo que en su trabajo como Senadora se estaba encontrando con que recibía la enhorabuena de compañeros, pero precisamente de sus jefes, de su provincia, nunca ni una palabra ...
... ¿Cómo llamamos a la intimidación? ¿Cómo llamamos a los comentarios mordaces, al tú no vas en las listas porque han dicho que tú te entiendes con quién? ¿Cómo valoras eso? (Rumores.) Senador Cardona, las amenazas, el invisibilizar a las personas, la erosión de las personas, ¡claro que no!, pero su señoría sabe lo que pasa ...
Ese es el 'mobbing' en la política, y eso es lo que hoy, aquí, en esta Cámara, estamos intentando, con esta aceptación por parte del Senador Molas de todas las enmiendas que se han presentado y con su propuesta, que desaparezca no sólo del mundo del trabajo sino también del mundo del trabajo en la política. Muchas gracias ..."


¿Existe, pues, el mobbing también en el senado? ¿Y en el resto de los sectores políticos? Mientras en toda Europa se aprueban sin cesar modificaciones a las legislaciones penal y laboral para incluir menciones específicas al acoso moral, ¿serpentea la perversidad moral en el parlamento? Como hemos visto antes, el acoso se produce cuando una situación de conflicto se enquista y se intenta dominar al contrario mediante métodos perversos. Ello supone sortear cualquier contrato social o político, actuar al margen de cualquier restricción moral, para así obtener una victoria para el propio grupo y anular al adversario. Se trata de la guerra política, o de la política como continuación de la guerra por otros medios.
Veamos un ejemplo de ello en el campo de la propaganda electoral. A lo largo de un ensayo sobre los recursos propagandísticos disponibles de cara a las elecciones venezolanas de 1998, (12) el Dr. Iván Abreu Sojo se refiere así a la propaganda negra:

"Se define como un esfuerzo propagandístico en el cual los perceptores no advierten el propósito y la verdadera fuente del mensaje, y no saben que alguien está tratando de controlar sus reacciones. Ofrece la posibilidad de poner en boca del adversario lo que se desea que éste diga, para dañar su imagen. Se recomienda que quienes operan en el terreno de la propaganda blanca o abierta no deben trabajar en esa otra campaña -sería deseable que ni siquiera conozcan las acciones de propaganda encubierta o negra-; ésta recomendación es aplicable también a los casos de propaganda de ataque, que usualmente será gris, es decir, quien la percibe sabe que es propaganda, pero la fuente no está especialmente identificada."

La manipulación y control del electorado es tanto más posible en cuanto éste se comporta como una masa (mob). Sometida al bombardeo de los media, la población se desindividualiza, la televisión le presenta los temas sobre los que se debe hablar, tanto en casa como en el trabajo. A veces, esa inducción se complementa con rumores al uso, difundidos en el marco de unas elecciones con el objeto de atacar la imagen de un adversario. Así lo explica Abreu:

"A los candidatos en campaña les son sensibles las llamadas 'tres eses', según expresión de Kapferer, de los rumores políticos: sexo, sueldo, salud. Candidatos mujeriegos u homosexuales, candidatos cuya fortuna proviene de la corrupción y candidatos enfermos y, por lo tanto, incapacitados para ejercer el cargo, son rumores comunes usados en las lides electorales."


De modo complementario, la campaña blanca procede de un modo muy parecido al autoensalzamiento narcisista. La carencia de definición propia del conglomerado político se suple con la vampirización de otros discursos, que se escogen por su capacidad de seducir a la masa. La candidez y sugestibilidad del electorado se apoyan en un tratamiento de la campaña declaradamente emocional, reforzado por la calidad propia de los medios audiovisuales. Según Joshua Meyrovitz,

"En tanto que las palabras escritas e impresas enfatizan las ideas, la mayoría de los medios de comunicación electrónicos enfatizan el sentimiento, la apariencia, los estados de ánimo. Hay una declinación en la preponderancia de la línea recta - en el pensamiento, en la narrativa literaria, en los espacios y organizaciones creadas por el hombre. Hay un retraimiento frente al análisis distante, y una zambullida en el compromiso emocional y sensorial. Las interrogantes principales ya no son: ¿Es verdadero? ¿Es falso?. En lugar de ello, con mayor frecuencia preguntamos: ¿Cómo se ve? ¿Cómo se siente?" (13).

Este mecanismo se mantiene también entre elecciones, con el objeto de proporcionar una legitimación constante al grupo que se mantiene en el poder. Si en el seno del este consenso político artificial persiste en la población algún núcleo estructurado que mantenga actitudes críticas y las manifieste de manera pública, amenazando de algún modo el ensueño de la masa, éste sufrirá por lo general un tratamiento análogo al destinado a los whistleblowers. Según Hirigoyen,

"Literalmente, un 'whistleblower' es el que hace sonar la campana de alarma o se va de la lengua. Por eso se convierte en víctima de represalias. Considera su deber alertar a la opinión pública acerca de las malversaciones, los actos de corrupción o las violaciones de la ley en los grandes servicios públicos donde trabaja o acerca de aquellas acciones de sus compañeros de trabajo que representan un peligro sustancial y específico relativo a la salud pública o a la seguridad ...
... En la práctica, los que denuncian las disfunciones de un sistema sufren, evidentemente, las represalias de dicho sistema. Se trata de una forma específica de acoso moral, destinada a hacer que se calle el que no juega el mismo juego que los demás. Curiosamente, nunca se ha hablado de ello como mobbing o bullying, pese a que lo que les ocurre es de todo punto equiparable a lo que damos en llamar acoso moral."
(14)

Durante su ataque a este tipo de grupos, el colectivo político afectado utilizará herramientas de comunicación perversa al uso tales como la propaganda negra, la propaganda del terror, la descalificación e incluso el hostigamiento de proximidad. Intentará también incitar a la masa a aislarlos, y trabajará en lo posible para minar su cohesión interna, neutralizar sus medios de comunicación y así debilitar al grupo. En este caso no se trata ya de la lucha por el poder, sino de una guerra, con el objeto de someter al enemigo interior. Aquellos que dudan de la legitimidad de estas actuaciones sufren el mismo tipo de inhibiciones para expresarlas que las que experimentan los individuos que consienten el acoso moral en grupos de menor escala.

* * *

Aún cuando esta discusión ha tenido por objetivo la parte más oscura de la evolución social, no podemos dejar de mencionar algunos aspectos positivos en la historia reciente. A pesar de todas estas agresiones, los grupos de contestación han conseguido sobrevivir a lo largo del siglo XX, y han cobrado nuevas fuerzas en los últimos años, en parte gracias al movimiento antiglobalización, y aprovechando también otras formas de comunicación y organización, más difíciles de controlar desde el poder.
La reciente sensibilización frente a los métodos de acoso moral nos proporciona medios para responder a su uso tanto en la vida cotidiana como en el entorno político. La capacidad de resistir a esta clase de formateo existe, sin duda, y si queremos un mundo mejor es necesario que denunciemos su insidiosa presión a todos los niveles. Aunque sólo sea para darnos la oportunidad de continuar despiertos.


Para más información sobre Leymann y su trabajo, consúltese http://www.leymann.se/English/frame.html



Sherlock... buscando pistas

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