lunes, diciembre 20, 2010

La hipocresìa de la Navidad

"En esa región había pastores que pasaban la noche en el campo cuidando sus rebaños. De pronto se les presentó un ángel del Señor, y la claridad de Dios los cercó de resplandor. Y tuvieron gran temor. Pero el ángel les dijo: 'No temáis, porque os traigo una buena noticia, que será de gran gozo para todo el pueblo'" (Lucas 2:8-10)

Los últimos serán los primeros

Descendió a la tierra. Pudo haber escogido cualquier otra forma más diplomática. Pudo haber avisado a los grandes gobernantes de su venida, o haber convocado una rueda de prensa. Pero no, no lo hizo así. No llamó a los poderosos, ni a los ricos, ni a los religiosos sacerdotes.

Pero sin embargo había alguién a quién sí le interesaba avisar. Alguién tenía derecho a ser el primero en conocer la noticia.

Fueron los pastores de ovejas los primeros en ser avisados por sus mensajeros. Precisamente a los apartados de sociedad y en muchas ocasiones incluso de la religión. A Jesús no le sirve para nada la religión. Todos conocemos la solitaria tarea del pastor de ovejas, alejados, pacientes, humildes. las personas "beatas", los fariseos y sacerdotes, que se limitaban a mirar de reojo a esos desarraigados y desgraciados, solamente por que son incultos, y por lo tanto no conocen la ley, y por eso están fuera de la religión, y por eso están destinados al infierno.

¡Que manera de comportarse! Aquí Jesús dejó clara su postura en cuanto a las "prioridades". ¡Cuánto podemos aprender! No podemos imaginar cuán diferente es nuestra lista de prioridades y la lista de Jesús. No esperemos que Jesús respete nuestras prioridades, ni nuestros aprendidos ceremoniales, en la mayoría de los casos vacíos de contenido espiritual.

Para Jesús hemos construido un mundo al revés. Para El los primeros son los últimos y los últimos son los primeros; Los pequeños son grandes y los grandes son pequeños. Precisamente a estos pequeños, últimos, y extranjeros vino Jesús en primer lugar. Les trajo las buenas noticias de la Salvación.

Los tres sabios de oriente vendrían de fuera. Y Herodes, que pertenecía a la institución, conoció a a través de estos extranjeros la noticia del nacimiento del Mesías.

No fue ninguno de sus discípulos quien cargó con la cruz de Jesús, sino un extranjero, Simón de Cirene que lo ayudó en aquellas horas de amargura.

Cristo se manifestó como el Salvador a una mujer samaritana, que nisiquiera era judía, no pertenecía a la Promesa, era extranjera; pero Cristo la hizo participante de esa Promesa.

El primero a quién Jesús le prometió la vida eterna fue a un ladrón, que nunca antes lo había conocido, y que fue crucificado junto con El.
Y no son los únicos ejemplos.

¿Y nosotros dónde quedamos? Nosotros, los primeros, los privilegiados, nos veremos obligados a quitarnos de enmedio para dejar pasar a los pastores, los últimos. Puede ocurrir, incluso, que estos llegados desde fuera nos den permiso para entrar. Pero a condición de que no profanemos con nuestros inoportunos comentarios la sencillez de su liturgia, hecha de silencio y de "pequeñas cosas".


Algo no funciona

El nacimiento de los pobres, los desheredados, los últimos. Ese es el nacimiento que realmente funciona. Pero sin embargo, "mi nacimiento" esa representación de figuras que cada año coloco en mi casa no funciona. Algo le pasa, pero consigo descubrir de lo que se trata.

Todos los años cuado llega Navidad lo monto muy ilusionado. No reparo en gastos ni medios: mucho papel, figuras, nieve, casitas, musgo, luces... Todos los adelantos de la técnica para conseguir la máxima realidad en esa representación con luces y sonidos. Mis amigos y familiares que lo presencian se quedan boquiabiertos e incluso llegan a emocionarse.

Pero "mi nacimiento" no funciona bien. Me esfuerzo en añadir más colorido, más luces, más efectos, pero es inútil. Es tan real que incluso que parecen que el buey, la vaca, los camellos, las ovejitas, comen y se hacen cada vez más grandes. Incluso que la vegetación que he colocado está fresca.
Pero, ¿qué pasa con el niño? El niño, sin embargo, parece cada vez más delgado y pequeño. Presenta un aspecto lastimoso.
Yno encuentro la forma de evitarlo.

Después de un exhaustivo análisis, caigo en la cuenta de un hecho en el cual no había pensado. El problema no está en el nacimiento; el problema son factores externos. Es desagradable reconocerlo, pero al fín me ha quedado claro.

Hoy vino a verme una persona desesperada, que necesitaba desahorgase. Solamente le hacía falta un hombre amigo sobre el cual apoyarse. Pero yo lo despedí friamente, le solté algunas excusas llenas de hipocresia. Había venido en busca de un amigo, pero se marchó desconsolado, con la herida más abierta, y todo por mi culpa.
No tenía tiempo para más, estaba ocupado. Pero no era cierto.

Cuanbo estaba de camino a "mi iglesia", para asistir a "mi culto", me crucé con el pobre de siempre, el que siempre está en la misma calle pidiendo limosna. Con su habitual olor a taberna, y borracho. "Ojalá desapareciera de una vez - me repugna tanto". Para salir rapidamente de allí deposité en su mano dos monedas y salí corriendo. Llegaba tarde a "mi culto".

Esta misma tarde he ido al asilo a llevar el paquete a "mi ancianita". Pero cuando empezó a contarme por enésima vez sus batallitas y sus propias desgracias, la despaché rapidamente y me marché. Tenía mucha prisa. y la pobre quedó allí desolada, con las palabras en la boca, inmóvil, y con un paquete inútil en sus manos...

De camino a casa, me salió al encuentro esa gitana de cabellos negros brillantes, con su acostumbrado niño raquítico en los brazos. Yo tenía mis manos ocupadas cargando un sinnúmero de paquete y regalos. "No llevo dinero suelto".

Al entrar en casa fue cuando me di cuenta de que "mi nacimiento" no funcionaba. Pero lo comprendo todo. Por eso el niño adelgaza y se ve raquítico, sin color. no he sabido descrubir por las calles a Cristo en el borracho, en la gitana, en el desesperado, en la ancianita. No me daba cuenta de que tiene derecho a verlo crecer en el nacimineto solamente aquel que sabe reconocerle en sus hermanos.

Dios tiene seis mil millones de rostros. Si no sé reconocer al niño en los seis mil millones de rostros humanos, mi nacimineto seguirá siendo maravilloso, tal vez ganará el primer premio del concurso organizado en la ciudad.

Pero "no va". ¡No funciona!





Sherlock... buscando pistas




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