lunes, agosto 05, 2013

Carta a Javier Marías por Don Antonio Burgos Peñasco

Quiero hacerte partícipe de la carta que he enviado al escritor y columnista Javier Marías, motivada por la repugnancia que me produjo la portada de ABC del día 26-07-2013. Posiblemente no encuentre suficiente eco público pero esa es mi intención. Como compañero del maquinista que ha tenido la desgracia de descarrilar el Alvia y sus terribles consecuencias, no puedo permitir que se le trate de asesino por puro sensacionalismo.

¡Combate el periodismo amarillo! Es un insulto a la inteligencia y a la dignidad.


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Admirado Sr. Marías:

Me atrevo a remitirle esta carta porque de sus escritos deduzco que compartimos percepciones sobre la candidez de la sociedad que a veces nos producen irritación y desasosiego.

En sus columnas semanales, que suelo leer, desgrana usted con lucidez ilustrativa los aspectos que inciden en la configuración de una mentalidad ciudadana que son inducidos por la necedad, la malicia o una mezcla de ambas.

A falta de una plataforma pública donde contrarrestar, por mi cuenta, la razón que hoy motiva mi rabia, le remito este escrito, consciente de que si no despierta su interés al menos me servirá de desahogo.

Debo decirle que pensé en usted tras el repugnante impacto que me produjo la portada de ABC del día 26 de Julio. Vaya por delante que mi profesión es la de Supervisor del AVE, empleado de RENFE desde hace 31 años y por tanto compañero del maquinista que protagonizó el horrible descarrilo del Alvia Madrid-Ferrol; aunque no lo conocía personalmente. Pensé en usted... y no descartaría que la vista de tal portada y otras desinformaciones al respecto le hayan inspirado alguna columna. Manipulando con inefables intenciones unas bromas amistosas e inocentes en la red social, el viejo periódico titula a toda portada: “ El maquinista alardeaba de su gusto por la velocidad”.

La falacia que constituye tal titular es sencillamente inmoral. Imaginemos, por ejemplo, que un piloto de Iberia, orgulloso de su trabajo, muestra en Facebook una foto del velocímetro a 900 km por hora y bromea al respecto de que la “guardia civil celeste” le multará si lo descubre. Si este piloto tiene posteriormente la desgracia de protagonizar un accidente ¿se le puede achacar ser un irresponsable y un descerebrado en el gran titular de portada de un periódico nacional? Sin duda, no. Y sin duda el desgraciado profesional estaría dispuesto a cambiar su propia vida por la de todas las víctimas de su lamentable despiste. ¿Qué pretende, por tanto ese titular? ¿Pretende realmente informar con rigor?.. ¿Acaso que la opinión pública clame venganza contra un asesino, cual si se tratara de un terrorista, el parricida Bretón o el asesino de la niña Mariluz?.. Tanto el maquinista como el piloto viajan a esas velocidades, no por gusto sino por obligación, de otro modo producirían un retraso injustificado. Ciertamente si existe en el itinerario una limitación de velocidad puntual es algo previsto y respetado escrupulosamente (el tren o el avión no tienen nada que ver con la carretera) salvo que el profesional se despiste y lo olvide (fallo humano, no suficientemente previsto. A este respecto ya verá usted cómo en el futuro se protege técnicamente esa curva con suficiente antelación en el trayecto, a fin de paliar una posible distracción como la que parece ha ocurrido. Ello demostrará que se encontraba actualmente a expensas de tal fallo).

En todo caso no le hubiera escrito a usted esta carta si no fuera porque al día siguiente tuve ocasión de constatar personalmente el efecto que había hecho la portada de ABC: Un viajero que se disponía a tomar el AVE en el que yo prestaba servicio, al acceder al mostrador de checking, comentó “supongo que hoy iremos seguros, o llevamos también a los mandos a un chulo inmoral (sic) como el de Santiago”. Cuando le respondí, con gesto serio, que efectivamente el maquinista que se disponía a llevarnos era tan inmoral como el otro y le aconsejaba, en consecuencia, renunciar al viaje, cambió su sarcástica sonrisa por una expresión airada, comenzó a despotricar sobre los “alardes y la chulería de barra de bar” (sic) y subió al tren malhumorado. Ya durante el viaje, cuando los monitores de información marcaban la velocidad de 250 km por hora estuve tentado de hacérselo notar y preguntarle si temía por su seguridad, pero no lo creí prudente.

Sólo me quedó la reflexión sobre la palabra inmoral pues no tengo muy claro en qué parte de la historia encajarla.


    Fdo. Antonio Burgos Peñasco

    Supervisor de servicios a bordo, de RENFE.